dimarts, 26 de juliol de 2011



1 comentari:

Leticia ha dit...

Mi querido Pere. La conmoción sin igual de la tristeza en la tiniebla interior del poeta, es su doloroso verdugo. El auto sacrificio asoma cuando la evidencia de saberse ¡Nada! Perfora el alma del poeta.

Va una digresión.
Me recuerdo algo que presencié en un rito de una tribu sonorense. La imagen ha quedado marcada en mi memoria. Presencie como era atada y tirada en el piso calizo, una res a la que el verdugo se acerca y ella lo ve con espanto... le toca el cuello y le perfora con precisión de carnicero la aorta (en una vasija se recibió el líquido que se disparó por el piso a varios metros), con maestría mete la mano en el cuello y dosifica la salida de la sangre en la vasija. Vi su dolor vuelto movimiento y los sonidos del resoplido desde su nariz levantaron un polvo gris que envolvió el momento. El mugido agónico penetró en mis oídos, percibí cómo se le iba la vida en la pérdida del movimiento al tiempo que se vaciaba su sangre en la vasija. La inmovilidad llegó pausada, el sonido de la sangre hasta las últimas gotas cerró aquel rito ancestral de la ofrenda a su Dios, El júbilo del grupo fue acompañado del repetido sonido del tambor de piel de venado.

Ni que decir de la tortura del hombre por el hombre mismo a través de siglos; ayer, hoy y seguramente mañana el mismo sino, lo que lleva a la displicencia por la vida... también del poeta.